CAPITULO 33: COCHINADAS LAS JUSTAS (PARTE 6)

Justo cuando el vídeo comenzaba a reproducirse (durante 20 segundos tan sólo salía el ascensor vacío) pude fijarme en quiénes se encontraban allí y joder la que se iba a armar.

Doña Jimena, la señora sexagenaria con delirios severos se encontraba acompañada de su hijo Don Mario, ambos más preocupados en las pastitas y el café que en el propio video. Ese mismo sofá era de 4 plazas, antiguo pero que en su día forre con polipiel quedando muy dencente. Los otros dos lugares estaban ocupados por el septuagenario cabrón y su "es como una hija" Aurita.





En el sofá que se encontraba enfrente (idéntico al anterior) estaban Don César, Doña Carmen del 4º (que considero como una abuela para mi) y por otro lado Doña Virtudes y Don Juanjo, adorable familia del Opus. Debo resaltar que ambos iban con unas ridículas batas con sus nombres bordados y corazoncitos. Doña Virtudes no paraba de parlotear con Doña Carmen comentando que eran las fechas de su primer paseo juntos (en fin...).

En el Sofá que se encontraba en frente de la televisión estaba Doña Concha, para quén no se acuerde es la señora clasista que le parecía mal que un "trabajor" subiese con ella en el ascensor, ya que debe ser que con esa cara de urraca mal follada cualquier "gorrión" es poco pájaro. Eso sí, la cabrona comía pastitas como si al día siguiente Putin hubiese anunciado que iba a invadir España a lomos de un oso siberiano.

Me senté al lado de la señora clasista y el show empezó. Se pudo ver como el actor principal entraba en escena. Aquel "George Clooney" de pelo débil, piel flácida y miembro viríl alocado iba a interpretar su obra maestra para los anales cineastas comunitarios. Segundos después, la nueva diva del cine de barrio hacía gala de su majestuosa figura, apareciendo en pantalla con la naturalidad de una diosa con problemas de retención de líquidos.

En ese justo instante centré mis pensamientos y mirada en la pareja de tortolitos. Don Ramón se encontraba blanco cómo las cuentas de los ancianos que confiaron en las preferentes y Aurita puso una sonrisa nerviosa mientras sus ojos tornaban en brillantes: ambos sabían que iba a ser visionado.

- ¡Esto es una verguenza y un délito! - Gritó Don Ramón antes de que apareciese nada en el vídeo - Exigo que esto pare ya. - Mientras intentaba incorporarse ayudado por su Dulcinea.

- Para nada Julio, ¡Coño! - Gritó Don César mientras se ponía de pié. - Estamos aquí a las jodidas 6 de la mañana porque al parecer este puto video es importante, así que vamos a verlo ya que el otro día el espejo apareció raja...

- ¡Ay mi madre, pero que es esto! - Grito Doña Jimena mientras su hijo Don Mario tapaba sus ojos y miraba a Don Ramón con cara de odio.

- ¡Dios mío! ¡Es usted un proxeneta! - Grito Don Juanjo y su mujer Doña Virtudes al unísomo (creo que un diccionario les haría falta) - Menos mal que nuestros hijos no se encuentran aquí (cinco pequeños monstruos que me darán muchos capítulos que narrar).

- Aparte de franquista, putero y mamarracho - Dijo entre carcajadas Don Marcos, conocido en el barrio aparte de por su afición al beber, a la hoz y el martillo.

Justo en ese momento todo el mundo se quedo callado y atento a la pantalla. Enmudecieron los acalorados rezos de la pareja beata, los amantes infragantis suspiraban mientras cerraban los ojos deseando desaparecer ipso factos. Don César limpiaba sus gafas para poder ver con mejor perspectiva la violación higiénica sufrida por el ascensor. Todos, cada una de las almas allí presentes, vió el asqueroso desenlace.

Es el momento cúlmen de este pequeño video merecedor de un Oscar, Aurita rematando la faena con su dulce boca para introducir el pañueño en el paraguero. No sin antes pasar sus manos por su boca para despues limpiar estas contra los botones del ascensor, todo un poema escrito por una mente enferma en una cárcel oscura...

En ese momento todos los vecinos allí presentes se avalanzaron contra Don Ramón. Este se encontraba petríficado en el sofá con restos de pastitas cayendo de sus arrugados labios a su deshilarado jersey. El más efusivo en estos agravios contra su persona, era Don Marcos, al cual por su fuerte olor a Vodka se notaba que venía "entonado" para la ocasión.

- ¡Pum! - un golpe seco se escuchó. - Don Marcos golpeó la cara de Don Ramón con la habilidad de un defensa central de élite en el area.

- ¡Don Marcos! ¡Esas cosas no!- Admito que sonó muy absurdo, "esas cosas no", pero aunque mis palabras fuesen algo ñoñas, no mis gestos, ya que levanté a don Marcos en el aire tumbándolo contra un sofá vació.

- ¡Te voy a denunciar, hijo de puta! - Sollozaba Don Ramón mientras Aurita limpiaba la sangre de su pómulo con uno de sus famosos "clínex".

- Aquí nadie va a denunciar a nadie . - Gritó Don César mientras me ayudaba a contener a Don Marcos. - Lo que usted a hecho Don Ramón es una ofensa a toda la comunidad, su falta de respeto por todos nosotros es intolerable.

- Pero el me ha golpead...- Balbuceaba Don Ramón.

- ¿Sabe usted que en esta comunidad tenemos muchos niños pequeños que tienen paraguas y juguetean con ellos Don Ramón? - Entré en escena.

- Sí y eso no tiene nada que ver, él me ha golpeado. - Volvió a decir Don Ramón.

- Evidentemente, Don Ramón. - Dije con seriedad. - Pero no olvide que Don Marcos, al igual que muchas otras personas aquí, son padres, abuelos, tíos y la sola idea de que sus pequeños toquen sus fluídos es de por sí desquiciante - Señalando a la familia del Opus, que me daba la razón mientras miraba al septuagenario salido como si hubiesen conocido el verdadero séptimo infierno.


Entonces sin venir a cuento, la gente empezó a apludir mi última frase como si esto fuese un discurso de investidura para un grupo político de cara duras. Dirigí la ira de mi dedo índice hacia Don Ramón nuevamente y justo cuando iba a hablar:

- ¡Ding, Dong! - Sonó la puerta.

Con todo el alboroto que había dentro de mi salón apenas pude escuchar el tímbre pero cuando abrí la puerta una manada de vecinos enfurecido empezo a chillar que querían denunciar a Don Ramón, que era un depravado mental y mil cosas más.

La que se montó al día siguiente fué muy gorda, hubo una reunión urgente dónde muchos vecinos querían presentar una denuncia formal contra Don Ramón. Don César, rápido en sus acciones, previamente había llamado a un abogado para que estuviese presente en la reunión (cobrando su minuta, claro está) explicándo a los vecinos que no podía denunciarse a un vecino porque su asistenta le hiciese mamadas en el ascensor, a no ser que este estuviese siendo visto por otros vecinos. Este no era el caso, la grabación constataba que era muy tarde y que en todo momento bloqueaban la puerta del ascensor para no ser descubiertos, buscando "privacidad".

A mi resultó gracioso que quisiesen echarles, ni tanto ni tan calvo, cuando el yonki pijo armó el lío monumental con la "chati" de 2 metros y más nuez que Myke Tyson, nadie dijo nada así, sólo cosas cómo "pobre madre" "ojalá este chico conozca una moza y siente cabeza". Pero ya sabemos como es la moral comunitaria, si es un viejo el que disfruta todo son quejas.

Don Ramón estuvo un mes fuera de la comunidad, se fué con Aurita a un piso que tenía en Gandía para así poder descansar y escapar del escarnio público. al día siguiente del incidente aparecieron varios carteles colgados por todo el edificio con la imagen del septuagenario cabrón en plena limpieza de sable. Arriba de la imagen escribieron literalmente: "El richár gerl en preti guoman".

El descojone ya no sólo por la imagen si no por la calidad del escrito traspasó las fronteras de la comunidad, siendo la comidilla del bar del bueno de Angelote durante más de un año. Casi todos los viernes, cuando cerrabamos el bar hasta acabar las existencias de alcohol, Ismael, Angelote, Don César y yo nos partíamos de risa mientras imitaba la cara de Don Ramón cuando descubrieron el pastel en mi salón.

Ah, olvidaba lo más importante. El mismo día que se iban, Don Ramón me avisó para que bajase a llevar sus maletas hasta el maletero, cosa que evidentemente hice encantado. Una vez ya se encontraban sentados en el coche me dirigí a él:

- Por cierto Don Ramón - Apoyando mi brazo en su ventanilla.

- Qué ocurre, ¿no ves que tenemos prisa Julio? - Haciendo gala de su habitual amabilidad.

- El pez grande se come al chico Don Ramón, más si este tiene serrín por seso. - Susurrando a su oído.

- ¿Qué? - Indignado por tal ofensa proveniente de un vulgar currelas.

- Que cochinadas las justas Don Ramón, COCHINADAS LAS JUSTAS.

CONTINUARÁ

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1 comentarios:

comentarios
12 de septiembre de 2016, 18:18 delete

Una jodida obra maestra jajaja. Por favor pronto la siguiente parte

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