CAPITULO 2: NO SOY UNA ABUELITA CUALQUIERA, MÍRAME MAL Y TE CORTO LAS PIERNAS



En el anterior capítulo, me había quedado contando cómo mi sutil momento de fusión espiritual junto a su ritual con el gran Paolo fue interrumpido por una abuelita de aspavientos y gestos agresivos.

Abrí la puerta, frotándome los ojos mientras me colocaba unos vaqueros, ya que era 2 de Julio y apretaba el calor, más aún en un ático...

- Hola, buenas noches, soy Julio, el nuevo conserje, ¿ En que desea que la ayude ?

- Mire, este Presidente es un desastre, ¡ Le dije que no se olvidase avisarle de que se acercase a mi casa después de firmar el contrato ! - argumentó la señora, con cara de pocos amigos y visible gesto de superioridad. - He venido aquí para pedirle su teléfono móvil, mañana por la mañana le llamaré para que venga usted a ayudarme con el equipaje, ya que me voy de vacaciones, también le dejaré las llaves de mi domicilio para que riegue usted las plantas tres veces por semana.

- Claro, sin ningún problema, ¿ Doña ?...

- Soy Doña Carmen, propietaria del cuarto izquierda.- Dijo con voz rotunda y fría. - Mañana esté usted atento, le avisaré con antelación.

- No se preocupe, en cuanto usted me llame, subo sin falta a su vivienda - argumenté con una sonrisa perfilada en mi rostro, aunque por dentro me apetecía mandarla a la mierda - Buenas noches Doña Carmen, descanse usted, un placer haberla conocido.

No recibí respuesta. En ese momento sólo esperaba que las demás vecinas no fuesen igual que ella, o al menos, que no hubiese vecinas más psicótico-agresivas que ella. Era una mujer mayor, demasiado emperifollada, viuda de un conocido médico andaluz venido a menos, y, aunque disponía de cuatro pisos en la comunidad, se la notaba poco agusto por vivir en un barrio de clase media.

Sin darle más importancia al tema, volví a mi salón, termine de guardar el teléfono de Doña Carmen en la agenda del móvil y me quede frito viendo un documental de animales ( para dormir, mano de santo oiga ).

A las 8 de la mañana sonó el despertador, desayuné, me duché y baje a llevar los periódicos a los vecinos. Allí conocí a Jero, el repartidor de periódicos, me estaba esperando para presentarse, era un chaval de unos 20 años, que llevaba un año y medio currando en ese puesto.

- ¿ Has conocido ya a la loca ?- me preguntó con una sonrisilla diabólica en la cara Jero.

- No macho, ¿ debo de acojonarme?- le pregunté con cara de alelado.

- Deberías, es una mujer de unos 80 años, que protesta por todo, da igual que hagas bien las cosas o no, te la va a liar.- dijo Jero mientras señalaba al pasillo que comunicaba con los ascensores. - A mí me la lío ahí, una mañana, ya que el anterior portero no pudo venir a trabajar porque tenía revisión médica, acorde con él el día anterior que yo subiría los periódicos a cada casa, cuando estaba en ello, apareció esta señora gritando diciendo que cómo se me volviese a ocurrir traspasar la zona de ascensores, llamaba a la policía... ¡ Una puta loca! - volvió a decir Jero mientras se reía... Pero vamos, tu ni puñetero caso, ha tenido problemas con todo el vecindario.

Después de esta charla, empecé a repartir los periódicos desconcertado, ¿ sería la loca Doña Carmen ? . Tenía un presentimiento en el interior de mí de que así sería... Terminé de repartirlos y me dispuse a barrer las escaleras, se notaba que llevaban un tiempo sin barrerlas y quería empezar por ellas. Aún así, llevaba el móvil en el bolsillo del pantalón vaquero para estar atento a la llamada de Doña Carmen.

El edificio era muy grande, eran 8 pisos, en los 7 primeros, había 6 apartamentos por piso, tenía un total de 42 apartamentos. Al ser tan grande, tardé lo mío en terminar de limpiar todo, me extrañaba que Doña Carmen no me llamase, aunque como dijo " la mañana " supuse que ella incluía en este rango las 11 am.

Ya terminadas las escaleras, repasados los cristales y limpiada la madera de las paredes, decidí sentarme en mi garita de conserje, en el portal y organizar un poco todo a mi gusto. Cuando no llevaba ni cinco minutos ahí, un portazo se escucho por las escaleras, acompañado de unos gritos...

Alarmado pensando que pudiese ser alguna urgencia ( algún vecino con problemas de salud, vaya uno a saber ) subí corriendo las escaleras hasta que, a la altura del cuarto, topé con Doña Carmen de frente, era ella la que gritaba como poseída por el demonio.

- Vaya, vaya, ¡ Aquí está el sinvergüenza !- grito Doña Carmen mientras me miraba de arriba-abajo. - Hay que ser mezquino para no coger el teléfono y encima apagarlo, cuando sabía que le tocaba venir a ayudarme..

Me quedé desconcertado, jamás, me habían gritado con tanta agresividad en ningún puesto de trabajo. El verlo en una señora de 80 años que podría ser mi abuela, me dejó desconcertado. El recuerdo que me venía a la cabeza, eran los malotillos de los institutos de finales de los 90, con sus cazadoras Rottweiler mientras esgrimían gritos de cualquier índole por sus propios fracasos.

Pero lo mejor no era eso,¡ A mí no me había llamado !. Mientras ella seguía con su sermón incriminatorio y cargado de un sin fin de improperios, yo comprobé mi móvil: el teléfono estaba en línea, con el 95 % de la batería y no había ninguna llamada.

La comenté, que disculpase si me había llamado, pero que debía de haber un error, ya que no me constaba ninguna llamada de ella, ni tampoco ningún mensaje del buzón de voz ( activado a petición del Presidente, por si la línea está ocupada y alguien tiene que comentarme algo importante, que pueda mirarlo al momento ). Ella, con un gesto de asco en su rostro, me respondió:

- Mire, es usted un inepto y un mentiroso. No por mentir más, se hace mejor. Que sepa que esto no va a quedar así, ya hablaré con el Presidente y los vecinos para explicarles el tipo de calaña que han contratado... - de nuevo volviendo a mirarme de arriba a abajo.

- Yo solo puedo contestarle que lo siento mucho Doña Carmen, llevaré esta misma tarde el móvil a reparar, ya que debe haber un error en la tarjeta sim o en el propio dispositivo. - contesté sonriente y servil mientras terminaba de colocar las maletas en su coche.

- Haga lo que usted vea, a mi eso me suena a excusa, independientemente, ya veo que usted es un zángano y un cara dura, no creo que duré mucho aquí.- dijo Doña Carmen mientras cerraba su coche de un contundente portazo.

Joder, empezábamos bien, ¿ qué cojones le ocurre a mi móvil ? Hice unas comprobaciones, llamé a algunas personas y funcionaba, les pedí que me llamasen y también respondía satisfactoriamente el móvil, entonces... ¿ se habría inventado todo la señora? ¿ no tiene ni puta idea de usar un móvil ? ¿ Es loca y punto ?

Al ser verano, apenas veía un alma por la Comunidad, así que decidí sentarme en la garita mientras pensaba en lo sucedido con Doña Carmen... Al poco rato, veo entrar a Don César ( El Presi ), por el portal con gesto preocupado:

- Ay! empezamos con mal pie! Me acaba de llamar Doña Carmen, diciendo que habías quedado con ella para recogerla su equipaje y que la rechazabas las llamadas y apagaste el móvil, ¿ es eso cierto ?

- Es lo que ella me dijo Don César, que me llamó y que no funcionó el móvil. He comprobado a realizar llamadas y recibirlas, todo con éxito. Igualmente, ahora a la una me pasare por la tienda de reparaciones de dos calles a ésta y que me digan que le ocurre.

- Bueno, no te preocupes Luis, esta señora es muy problemática, quizás ni apuntase bien tu móvil- Dijo el Presi intentando calmarme- Otra vez que tengas problemas, no dudes en llamarme, estoy prejubilado y últimamente tengo mucho tiempo libre.

Después de esto, estuvimos hablando sobre qué tal mis primeras horas, si me había gustado la casa, etc. Pasados unos 20 minutos se marchó a su apartamento. Volví a quedarme sólo y decidí seguir estudiando la Constitución Española, ya que estaba preparando unas oposiciones ( ya os hablaré de ella, todo a su tiempo ) y la soledad del lugar invitaba a ello.

No llevarían transcurridos ni 10 minutos, cuando un chico de unos 18 años entró por el portal:

- Hola, soy Julio, el nieto de Doña Carmen, del cuarto izquierda. Quisiera saber si se encuentra mi abuela en casa o la ha visto- preguntó amablemente el zagal.

- Hola Julio, soy el nuevo conserje. - contesté sonriente. - Estuve esta mañana con ella, ya que tuve que ayudarla con su equipaje...

- Es que es eso- contestó Julio sin dejarme terminar. Hoy iba a salir a las 9 de la mañana a casa de mi tía abuela, en el Pueblo. Pero no ha llegado aún y debía de estar allí a las 12. Curiosamente, hoy me estuvo llamando y me dejó muchos mensajes chillando en el móvil sobre esa hora... tengo miedo de que la pasase algo.

Coño, aquí entendí todo. La muy zumbada había estado llamando a " Julio " su nieto, no a " Julio " el portero... Mi puñetero móvil está bien y me he tenido que comer una bronca del copón por un fallo de ella misma... Manda huevos, como diría Federico Trillo.

- Pues Julio, creo que ya sé porque ha salido tarde y aún no ha llegado, yo, al igual que tú, me llamo Julio, creo que estuvo llamándote a tí en vez de amí, ya que hoy me dijo que había intentado comunicarse conmigo, pero que le colgaba el teléfono, cuando éste lo tenía en el bolsillo y operativo.

Tras esto, el chico se empezó a reir diciendo que su abuela tenía muy mala leche pero que era todo corazón, que la disculpase, que era una señor muy maniática. No le dí mayor importancia y seguí a lo mío, después llamaría a Don César para comentarle que estaba todo solucionado.

A los 20 minutos, me llama Doña Carmen, pidiéndome perdón, diciendo que me había confundido con su nieto ( cosa que yo ya sabía ) y que se moría de vergüenza. Me pidió disculpas unas 10 veces, al final, no iba a ser tan mala ni zumbada como yo pensaba o dice la gente.

Ya , siendo la 1 de la tarde, me disponía a subir a mi piso para comer y relajarme un rato ( en Julio, con el calor que hacía, me apetecía llegar, comer y tocarme los huevos hasta las 5 de la tarde ). Estaba a punto de coger el ascensor, cuando una señora, de unos 50 años, me preguntó:

- Hola,¿ es usted el nuevo conserje ?

- Si señora, soy yo. Me llamo Julio, un placer conocerla.

- Yo soy Doña Concha, del sexto derecha. Supongo que ya te han explicado tus funciones, ¿ verdad? - mientras miraba al ascensor.

- Sí, todo me lo explicó Don Cesar, ahora a coger en estos días la práctica para hacerlo lo mejor posible- contesté- Por cierto, ¿ Sube usted?

- Si no le importa Julio, subo yo primero y luego usted, ¿ vale ? - mientras con su brazo me apartaba de la puerta del ascensor.

- Doña Concha, no se preocupe, entramos ambos en el ascensor- con una sonrisa de oreja a oreja y con toda la amabilidad del mundo respondí.

- Sí, entrar entramos. Pero yo jamás subo junto con el servicio - Dijo ella.

Mientras se cerraban las puertas en el ascensor, vi torcer su cuello en posición urraca, con la nariz hacia arriba, supongo que era una forma de hacerme sentir " inferior ", pero yo sólo veía una urraca fea. La verdad, que para ser mi primer día de trabajo, ya me he encontrado con dos gilipollas de campeonato, me da que la cosa no va a ser nada aburrida...y claro que no, cuando ya han pasado cinco minutos de la 1 de la tarde, suponiéndose que ya tendría que estar en mi casa o haciendo lo que quiera, oigo una voz que grita:

- Eh, chico, ¿ eres el nuevo conserje no ?

Cuando miro, me encuentro una imagen bizarra y dantesca, quién sea de mi quinta, recordará a Javier Sarda y sus estrambóticos " personajes mediáticos ". Este hombre, era una mezcla de macho ibérico español de gasolinera de los años 90, mezclado con Jesús Gil y Gil ( que en paz descanse )... Y como no podía ser menos y haciendo deshonor a la estadística, el tercer gilipollas seguido del día, me percato de que se está fumando un cigarro, encima puto tabaco negro, las normas son claras así que:

- Hola, buenas tardes, sí, soy el nuevo Conserje. Es un placer presentarme ante usted, pero debo recordarle que está prohibido fumar tabaco dentro del portal, escaleras o ascensores. No es una norma que yo haya puesto, también soy fumador, pero debe de cumplirse. - Dije serio, pero educado y de forma servicial, denotando respeto.

Pensaba en un " oh, lo siento, perdone ", pero...

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